domingo, 20 de enero de 2008

Bicentenarios: tiempo de repensar la región

"Las Pataguas", Agustín Abarca, Museo de Arte Contemporáneo, U. de Chile


Sin una perspectiva de nueva época, los 200 años de independencia no serán más que celebraciones importantes pero efímeras.
Por: Manuel Antonio Garretón Fuente: SOCIOLOGO, UNIVERSIDAD DE CHILE

Entramos este año en la línea recta hacia los bicentenarios de la independencia en un número importante de países de la región.
Como se sabe, desde hace algún tiempo, se han creado comisiones para organizar las celebraciones y buscado coordinaciones supranacionales entre ellas, anunciado la construcción de monumentos y obras públicas. Todo esto generó cierta movilización cultural.
¿Puede hablarse de una época del bicentenario, es decir, de un antes y un después en nuestras historias de países, o ello sólo se circunscribirá a un conjunto de conmemoraciones, celebraciones y festividades, de inauguración de obras, en un tiempo determinado que permitirá hablar sólo de un breve momento del bicentenario?
Dicho de otra manera, tal como hubo el momento de la independencia que formó parte de y generó una nueva época, en ese caso fundacional; tal como el momento del centenario a inicios del siglo XX coincidió con el inicio de la revolución mexicana, con la desarticulación del orden oligárquico y la búsqueda de nuevas formas de organización política que dieran cuenta de la incorporación de sectores medios y populares, ¿podremos hablar de los bicentenarios de la independencia como momentos simbólicos de una nueva época? Y eso, ¿a nivel de cada país solamente o de algunos o del conjunto de la región como ocurrió en las otras dos situaciones que evocamos?
Porque si hablamos de un acontecimiento como el del nacimientos de repúblicas independientes ello no se reduce a ese solo evento sino que estamos en presencia de diversos procesos complejos que se incuban lentamente y que tienen proyecciones enormes hacia el futuro. Y asimismo, los momentos de celebración están atravesados también por diversos procesos complejos que pueden o no cristalizar en una nueva situación o época.
Por otro lado, hablar, recordar o celebrar un bicentenario del nacimiento de un país independiente no es sólo referirse a lo ocurrido en el momento de la independencia, sino también hacer un balance de lo que han sido esos dos siglos como país o comunidad nacional y proyectarse a partir de ese balance. Este no es simple ni unidimensional sino que es un proceso colectivo que atraviesa todos los sectores del país y sus instituciones. De modo que los aniversarios, y por supuesto los bicentenarios, son también procesos y momentos de repensarse, reconstituirse y proyectarse como país.
La pregunta entonces es por el carácter de la época que coincide con los bicentenarios y sus proyecciones. Y por supuesto que si uno toma un período más allá del año mismo en que se conmemora el evento, podemos discernir los rasgos que lo definen y marcan los desafíos del futuro. Ellos, mutatis mutandi, tienen un innegable punto de analogía con lo que fue el momento de la independencia y el del primer centenario.
De lo que se trata es de recomponer o refundar las relaciones entre Estado —central desde el nacimiento como repúblicas independientes— y sociedad, lo que significa un nuevo orden económico, social y político y, en la dimensión cultural, un consenso ético histórico que dé fundamentación a dicho orden.Las repúblicas latinoamericanas en la época del bicentenario de su independencia son hoy democráticas por primera vez en la historia, pero esta democracia no logra convertirse en la fórmula efectiva de organización del poder político y de soberanía del sujeto pueblo. Todas ellas pasaron por procesos de reformas económicas que reformularon el modelo clásico de desarrollo de siglo XX, pero no han superado las desigualdades que les impiden ser comunidades socioeconómicas ni se ha devuelto el rol dirigente del Estado.Todas ellas están atravesadas por un despertar de las identidades de diverso tipo, pero no han resuelto las relaciones con la política y los partidos. Todas ellas enfrentan el problema de su inserción activa y no dependiente en los procesos de globalización, lo que no podrán hacer sin integrarse como bloque, tema que reedita la gran cuestión planteada en el momento de la independencia de España y Portugal.Se configura así la problemática de la época del bicentenario. Y la respuesta a ello es la reformulación de un proyecto nacional que dé cuenta de las diversas dimensiones de esta problemática, más cerca de visiones progresistas o de izquierda, lo que parece explicar el llamado giro a la izquierda parcial en los gobiernos de varios de estos países.
Dicho proyecto nacional implica un núcleo de valores y orientaciones culturales que, más allá de los derechos humanos e incorporándolos, tienen que ver, en primer lugar, con la superación de los grandes conflictos que hayan dividido a cada sociedad. En segundo lugar, con una profundización del orden político democrático que en algunos casos significa un nuevo trato entre Estado nacional y regiones; en otros, nueva Constitución; en otros, fórmulas plurinacionales del Estado; en otros, estructuras institucionales de participación popular y, por supuesto en muchos casos, una combinación de todos o algunos de estos elementos. En tercer lugar, implica un nuevo modelo de desarrollo con un eje redistributivo, un papel dirigente del Estado y un salto hacia la sociedad de la información. En cuarto lugar, una aceleración del proceso integrativo a nivel de la región que suponga la solución definitiva de los problemas bilaterales o limítrofes pendientes —en el caso particular más cercano, la salida al mar de Bolivia—, pero sobre todo decisiones en cuestiones energéticas, conectividad, medioambiente y una arquitectura política como bloque supranacional que ubique a la región solidariamente en términos estratégicos en el mundo.
Sin una perspectiva de nueva época, los bicentenarios no serán más que celebraciones importantes pero efímeras. Más aún, es desde esta perspectiva que debiéramos analizar y evaluar lo que se está haciendo en materia de celebraciones y conmemoraciones.
Tomado de Clarín, 20 de enero de 2008, Buenos Aires, p. 30

1 comentario:

Anónimo dijo...

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