Editorial de mayo 2008 - El Bicentenario como festival
El Boletín que hoy lanzamos gira en torno a ese futuro común que denominamos Bicentenario. Por eso, para comenzar a explicar de qué manera lo concebimos, (…) me gustaría llamar en mi ayuda a ese eminente sociólogo francés que se llamó Émile Durkheim.
En un libro muy importante de su madurez, Las formas elementales de la vida religiosa, Durkheim enfrenta el problema del cambio [social] y propone una salida [avanzando la] idea del festival. No se trata, claro, del festival concebido a la manera de una fiesta escolar o de una danza ritual, como si redujéramos el Bicentenario a un evento que se va a celebrar en el año 2010.
Se trata del festival entendido como un gran momento de entusiasmo colectivo, de efervescencia de la sociedad, que la hace revisar sus valores y normas, que la hace cuestionar lo que daba por descontado, que desrutiniza su cotidianeidad y altera la mecánica de su reproducción.
Pues bien: nuestra apuesta es que, desde ahora, el Bicentenario se vaya constituyendo en ese momento de entusiasmo colectivo que nos permita replantearnos nuestros modos de construir la realidad y quebrar definitivamente la secuencia de innumerables crisis que hemos venido padeciendo y que todavía sufrimos.
Si ésta es la apuesta, (…) entonces, insisto, debemos empezar a prepararlo y a organizarlo de inmediato, porque, pese a las apariencias, momentos así no ocurren de manera espontánea precisamente en la medida en que implican romper con la lógica de sus antecedentes. De manera espontánea se reproducen el reproche, el desencanto, la autodescalificación o la desconfianza que desde hace tiempo nos marca tan fuertemente a los argentinos.
[Evidentemente, existen grandísimos problemas en la Argentina actual, y muchos de estos hacen que sea considerablemente más difícil desarrollar un proyecto nacional ahora de lo que era a principios del siglo XIX].
¿Acaso esto debe llevarnos a la pura queja, al puro lamento, a la pura denuncia, a convertirnos en eso que Hegel llamaba “los hombres de corazón tierno”, que sufren auténticamente por la suerte de sus prójimos, pero no hacen nada para cambiar las cosas? Nosotros estamos convencidos de que no es así, de que de esto se sale elaborando un proyecto nacional [a la vez ambicioso y realista]. (…)
Es cierto, no se puede hacer cualquier cosa en este momento, porque son demasiados los problemas que enfrenta la Argentina como para ignorar[los]. (…) Pero hay una enorme cantidad de cosas que sí podemos hacer si nos juntamos todos los que queremos sacar el país adelante. Esta tarea supone definir ciertos ejes principales(…).
Son tres los que tengo en mente.En primer lugar, un proyecto nacional tiene que fundarse en el principio de autonomía, pero no entendido en un sentido romántico (…) sino comprendido como el mayor grado posible de autodeterminación alcanzable en cada coyuntura.
El segundo eje es la unidad territorial, económica y social del país. (…) Se halla en juego, ni más ni menos, reducir drásticamente la brecha entre ricos y pobres, incrementar la igualdad y fomentar por todos los medios la inclusión social del conjunto de los argentinos.
El tercer eje concierne a la identidad cultural. Implica la concientización de la población, lo cual, otra vez, de ninguna manera significa uniformidad sino respeto por la diversidad cultural en un marco de solidaridad que nos encuentre a todos unidos en las grandes decisiones.
Estas reflexiones me devuelven al punto de partida, a la construcción del festival, a la construcción de nuestro Bicentenario. (…)
La construcción del Bicentenario pasa, a mi juicio, por tres lugares.
En primer término, pasa por la realización de obras del bicentenario, que deberían empezar a hacerse de inmediato. Obras que tienen que ver con escuelas, con teatros, con restauración de monumentos históricos y con el desarrollo de la infraestructura productiva del país.
En segundo lugar, la construcción a la cual aludo pasa por la fijación de metas que deben ir cumpliéndose en estos años, metas vinculadas a la reindustrialización del país, a la reforma fiscal, a la reforma política, a la reforma judicial. Hay que fijarles fecha en el calendario de manera de llegar a 2010 con un gran festival que recoja todos los logros de estos años.
Por ultimo, se trata de crear conciencia en la ciudadanía acerca de la importancia de la construcción misma del Bicentenario como un horizonte común que le dé un sentido unificador a las obras y metas que debemos emprender de inmediato.
Todo esto para decirles por qué el mayor objetivo al que podemos aspirar es que, en 2010, alguien nos pregunte: “¿Dónde está el proyecto nacional?” Y nosotros podamos responderle. “Este día de fiesta es un día de celebración de nuestra independencia, de todas las cosas buenas hechas en el siglo que pasó y, sobre todo, del proyecto nacional que se viene desplegando en estos últimos cinco años.”
Éste es el proyecto nacional: las escuelas, la justicia social, la prosperidad económica, el respeto a los derechos humanos, la concientización y la identidad nacional de toda la población, la disminución de la desigualdad, la consolidación de la democracia, todo esto es proyecto nacional. Por eso estoy firmemente convencido de que vale la pena empeñar nuestras mejores energías en producir con entusiasmo nuestro gran festival.
Sitio del Comité del Bicentenario
2 comentarios:
Hola, muy interesante el post, felicitaciones desde Colombia!
Saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!
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